Hoy se ha
subido al bus una puta
-eso
ha dicho-
en sus
brazos tenía marcados
cien rayones
de tristeza.
Linda,
linda, linda ella…
no tenía para mí una sola
sonrisa
que ha cambiado
de oficio y lucir gastada ahora debe.
Era un esfuerzo estar frente a nosotros,
que extrañaba sus esquinas,
sus zapatos de tacón y lentejuelas
-y yo le creo-
aquí nadie la mira ni la
escucha
es otro espectáculo invisible
que no traspasa parpados dormidos.
Que su sangre estaba
enferma,
pero vivía sin culpas,
(inocente te sientes
-y deliciosa es tu inocencia-)
Dijo que
sentía frio,
un frío no
conocido en ninguna de sus noches.
(Tu desnudez
ahora es distinta
-más profunda e intima-)
Que tenía
hambre
hambre de todos los besos que no
daba
hambre de tragarse el humo a
través de las ventanas
hambre de ella, hambre de sus hijos
a los que nada les
faltaba, nada les debía.
Busqué con
prisa en todos mis pliegues alguna moneda,
solo necesitaba
una para un pacto silencioso,
para
despedirme, para no pensarla.
Pero pasó
por mi lado y mis manos vacías…
así que
cuando el bus se detuvo,
después
de su despedida,
sentí que
una parte mía se bajaba con ella
y una parte
de ella permanecía sentada en mi lugar…
Mandiguagua