lunes, 5 de octubre de 2015

Hoy se ha subido al bus una puta
                                -eso ha dicho-
en sus brazos tenía marcados
cien rayones de tristeza.

Linda, linda, linda ella…
                no tenía para mí una sola sonrisa
que ha cambiado de oficio y lucir gastada ahora debe.

Era un esfuerzo  estar frente a nosotros,
que extrañaba sus esquinas,
sus zapatos de tacón y lentejuelas
                        -y yo le creo-
aquí nadie la mira ni la escucha
es otro espectáculo invisible
que no traspasa  parpados dormidos.

Que su sangre estaba enferma,
pero vivía sin culpas,
(inocente te sientes
            -y deliciosa es tu inocencia-)

Dijo que sentía frio,
un frío no conocido en ninguna de sus noches.
(Tu desnudez ahora es distinta
                -más profunda e intima-)

Que tenía hambre
                hambre de todos los besos que no daba
                hambre de tragarse el humo a través de las ventanas
                hambre de ella, hambre de sus hijos
a los que nada les faltaba, nada les debía.

Busqué con prisa en todos mis pliegues alguna moneda,
solo necesitaba una para un pacto silencioso,
para despedirme, para no pensarla.
Pero pasó por mi lado y mis manos vacías…
así que cuando el bus se detuvo,
después de su despedida,
sentí que una parte mía se bajaba con ella

y una parte de ella permanecía sentada en mi lugar…

Mandiguagua

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