jueves, 10 de septiembre de 2015

Quiero conocer su biblioteca señor


Saber qué libros se ausentan y cuales dan la bienvenida cuando sus invitados llegan.

Quiero ver ese espacio vacío del libro robado o refundido; o las hojas rayadas, rotas, felices del recuperado.

Quiero encontrar las notas de amores antiguos y recientes escondidas en las páginas, aquellas que prometían para siempres y rincones secretos que luego fueron revelados.

Quiero abrazar todos los libros que no le niegan jamás compañía: en las horas desechas, en las horas de los adioses, en las horas de los me voy para no volver…

 Y quiero besar despacio sus poemas escritos y olvidados en los bordes de aquella novela, saborear una de esas antologías  que usted ya  no recuerda y recitarle uno esos versos para que nazca de su boca alguna  de sus sonrisas.

Quiero sentarme a su lado mientras (me) lee su cuento más querido, el más deseado, el más perverso y permanecer inmóvil cuando saboree uno de sus dedos para cruzar a la siguiente hazaña.

Quiero ver con calma,  si usted me lo permite,  también esos libros que son solo suyos, los que duelen y todavía guardan impresas algunas lágrimas capturadas y absorbidas por sus hojas.

Quiero detenerme por ultimo frente a aquellas obras pacientes que esperan ser leídas, consultadas, acariciadas por sus manos… y decirles en voz baja que yo también soy de su equipo.


Pero para serle sincera, señor, lo que en realidad más quiero es poder ser parte, en algunos ratos suyos y míos, de aquel rincón de su memoria, llena de estantes, polvo y tinta… para que pueda tomarme en las noches frías y recitar todas las rimas, silabas y acentos que componen mi poesía… 
                                                                        
                                                                             Mandiguagua










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