jueves, 3 de octubre de 2013

EL CONDENADO A MUERTE

JEAN GENET
 
Y a la tarde desciende y canta sobre el puente
entre los marineros, destocados y humildes,
el "Ave María Stella". Cada marinero blande

su verga palpitante en la pícara mano.


Y para atravesarte, grumete del azar,
bajo el calzón se empalman los fuertes marineros.

Amor mío, amor mío, ¿podrás robar las llaves

que me abrirán el cielo donde tiemblan los mástiles?
(...)

Evoquemos, Amor, a cierto duro amante,

enorme como el mundo y de cuerpo sombrío.
Nos fundirá desnudos en sus oscuros antros,

entre sus muslos de oro, en su cálido vientre.
Un muchacho deslumbrante tallado en un arcángel

se excita al ver los ramos de clavel y jazmín

que llevarán temblando tus manos luminosas,

sobre su augusto flanco que tu abrazo estremece.

¡Oh tristeza en mi boca! ¡amargura inflamando

mi pobre corazón! ¡Mis fragantes amores,

ya os alejáis de mi! ¡Adiós, huevos amados!

sobre mi voz quebrada, ¡adiós minga insolente!

(...)

¡Mi bellísimo paje coronado de lilas!

inclínate en mi lecho, deja a mi pija dura

golpear tu mejilla. Tu amante el asesino
te relata su gesta entre mil explosiones.

Canta que un día tuvo tu cuerpo y tu semblante,

tu corazón que nunca herirán las espuelas

de un tosco caballero. ¡Poseer tus rodillas,

tus manos, tu garganta, tener tu edad, pequeño!

Robar, robar tu cielo salpicado de sangre,

lograr una obra maestra con muertos cosechados
por doquier en los prados, los asombrados muertos

de preparar su muerte, su cielo adolescente...

Las solemnes mañanas, el ron, el cigarrillo...

las sombras de tabaco, de prisión, de marinos
acuden a mi celda, y me tumba y me abraza

con grávida bragueta un espectro asesino.
La canción que atraviesa un mundo tenebroso

es el grito de un chulo traído por tu música,

el canto de un ahorcado tieso como una estaca,

la mágica llamada de un randa enamorado.

(...)

Del tan temido cielo de los crímenes

del amor viene este espectro. Niño de las honduras

nacerán de sus cuerpos extraños esplendores

y perfumado semen de su verga adorable.

(...)

Cada grito de sangre delega en un muchacho

para que inicie al niño en su primera prueba.

Sosiega tu temor y tu reciente angustia,

chupa mi duro miembro cuál si fuese un helado.

Mordisquea con ternura su roce en tu mejilla,

besa mi pija tiesa, entierra en tu garganta

el bulto de mi polla tragado de una vez,

¡Ahógate de amor, vomita y haz tu mueca!

Adora de rodillas como un tótem sagrado

mi tatuado torso, adora hasta las lágrimas

mi sexo que se rompe, te azota como un arma,

adora mi bastón que te va a penetrar.

(...)

¡Amor, ven a mi boca! ¡Amor, abre tus puertas!

recorre los pasillos, baja, rápido cruza,
vuela por la escalera más ágil que un pastor,

más supenso en el aire que un vuelo de hojas muertas.

(...)

Elévate en el aire de la luna, mi vida.

En mi boca derrama el consistente semen

que pasa de tus labios a mis dientes, mi Amor,

a fin de fecundar nuestras nupcias dichosas.
Junto tu hermoso cuerpo contra el mío que muere

por darle por el culo a la golfa más tierna.

Sopesando extasiado tus rotundas pelotas

mi pija de obsidiana te enfila el corazón.

(.....)


 

Jean Genet escribe cuando concluye el poema:
 
He dedicado este poema a la memoria de mi amigo Maurice Pilorge, cuyo cuerpo y rostro radiante arroban mis noches sin sueño. En espíritu, vuelvo a vivir con él los cuarenta últimos días que pasó, las cadenas en los tobillos y, a veces, en las muñecas, en la celda de condenados a muerte de la prisión de Saint-Brieuc. Los diarios ofenden a sabiendas. Concibieron artículos imbéciles para ilustrar su muerte, que coincidió con la entrada en funciones del verdugo Desfourneaux. Comentando la actitud de Maurice ante la muerte, el diario L'Oeuvre dijo: "Este muchacho hubiera debido tener otro destino".
En pocas palabras, se le envilece. En cuanto a mí, que le conocí y amé, quiero aquí, lo más suavemente posible, con ternura, afirmar que fue digno, por el doble y único esplendor de su alma y su cuerpo, de tener la suerte de una muerte pareja. Cada mañana cuando pasaba de mi celda a la suya para llevarle cigarrillos, gracias a la complicidad de un carcelero, embrujado por su belleza, su juventud y su agonía de Apolo, ya levantado, canturreaba, saludándome así mientras sonreía: "Salud, Jeannot de la mañana".
Originario de Puy-de Dome, conservaba un leve acento de la Auvernia.
Los jueces, ofendidos por tanta gracia, estúpidos y a la vez prestigiosos en su papel de parcas, le condenaron a veinte años de trabajos forzados por robos de villas en la costa y, a continuación, porque había matado a su amante Escudero para robarle menos de mil francos, este mismo tribunal condenó a mi amigo Maurice Pilorge a que le cortaran el cuello. Fue ejecutado el 17 de marzo de 1939 en Saint-Brieuc.

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