Se echó sin habla en una silla, miró
lentamente a los pretendientes muertos en el suelo, como si mirase muertos sus
propios deseos. Y: «bienvenido», le dijo, escuchando extraña, lejana, su propia
voz.
Yannis Ritsos
Uno de los temas que me
apasionaba leer en mis épocas del colegio era el de los mitos griegos, base
fundamental de “nuestra” cultural occidental. Aunque en filosofía repetíamos
lo que dijeron Platón y Sócrates sobre la democracia y la ciudad griega, para mí era más divertido leer sobre sus
dioses; así que cuanto libro pescara en la biblioteca que hiciera un recorrido
por sus apasionadas vidas, no escapaba de mis manos.
Que religión tan extraña pensaba, nada parecido con la historia de Jesús y su
mamá virgen. Acá los dioses sí sentían celos; se tragaban a sus hijos por no
perder poder; bajaban a la tierra transformándose en animales para poder tener
sexo con las mortales; castigaban, premiaban; se dejaban llevar por sus
impulsos; se involucraban en la vida de las personas, se equivocaban; mejor dicho, era muy novelesco
para mí y por qué no decirlo, fueron mis primeros acercamientos literarios al
erotismo, al sexo y al placer.
Y si bien, no creo que las
historias griegas sean uno de los principales constituyentes de nuestras
creencias y percepciones frente a la sexualidad, ya que es difícil olvidar que somos el país del
sagrado corazón de Jesús, donde crecimos
aprendiendo que el hijo de dios sólo podía ser traído al mundo desde un cuerpo
libre de pecados, desde el cuerpo virgen que debemos conservar hasta el
matrimonio; y si no hasta el matrimonio, sí debemos mantener cierto grado de
pureza hasta encontrar el hombre adecuado que no nos haga sentir tan sucias por
“entregarlo”. Sin embargo, nuestra cultura de doble moral, conservadurismo y represión frente al sexo, puede tener elementos de estas historias
griegas que van quedando en el inconsciente colectivo , sobre todo aquellas historias que ayudan a tejer el constructo social y de valores dentro del cual tomamos nuestras decisiones.
Cuentos, mitos y experiencias que escuchamos desde que somos pequeños y pequeñas, en este caso hablaremos de los
mitos en torno a la fidelidad la piedra angular de nuestras relaciones amorosas.
Helena era una mujer hermosa hija del dios Zeus y Leda quien a su vez era la esposa del Rey de Esparta. Helena
era pretendida por muchos hombres en toda Grecia, de lo que surge el peligro de
confrontación frente a la decisión de
con quien se quedaría. Por supuesto, fue su padre junto con Ulises, jovén llegado a Esparta buscando también la mano de Helena, quienes buscaron la solución, todos los pretendientes debían acatar bajo
juramento la decisión sobre quién sería el esposo de Helena y defenderían esta unión si alguien intentara disputársela. Ulises sabía que no tenía el perfil tan fuerte para ser él el elegido para esposo se Helena, asi que pide la mano de Penelope, prima de Helena y sobrina del rey de Esparta.
Y quien haya escuchado más a fondo esta historia sabrá que Helena decidió dejar al esposo elegido e irse con el príncipe Paris y se armo la de Troya, viendose Ulises obligado a participar en dicha guerra y demorándose 20 años en eso.
Ya Homero se encargó de contarnos toda su Odisea durante estos años, pero nuestra protagonista aquí es Penélope, la abnegada esposa que se quedo esperando su regreso durante estas dos décadas, ejemplo para muchos y muchas de amor verdadero y fidelidad. Penélope, empieza a ser pretendida por múltiples hombres, que daban por seguro el no regreso de Ulises, así que ella para mantener su castidad intacta, promete involucrarse con alguien más apenas termine de tejer un telar y lo que avanza en el día lo deshace por la noche, tomándose 20 años en aquella labor. Por supuesto, Ulises no mantiene la misma promesa, recordemos que la diosa de la seducción Peitho castiga a las mujeres que no son fieles y recompensa a los hombres cuando no lo son, así que premia a Ulises regresándolo a la casa y a Penélope devolviéndole a su esposo.
Y quien haya escuchado más a fondo esta historia sabrá que Helena decidió dejar al esposo elegido e irse con el príncipe Paris y se armo la de Troya, viendose Ulises obligado a participar en dicha guerra y demorándose 20 años en eso.
Ya Homero se encargó de contarnos toda su Odisea durante estos años, pero nuestra protagonista aquí es Penélope, la abnegada esposa que se quedo esperando su regreso durante estas dos décadas, ejemplo para muchos y muchas de amor verdadero y fidelidad. Penélope, empieza a ser pretendida por múltiples hombres, que daban por seguro el no regreso de Ulises, así que ella para mantener su castidad intacta, promete involucrarse con alguien más apenas termine de tejer un telar y lo que avanza en el día lo deshace por la noche, tomándose 20 años en aquella labor. Por supuesto, Ulises no mantiene la misma promesa, recordemos que la diosa de la seducción Peitho castiga a las mujeres que no son fieles y recompensa a los hombres cuando no lo son, así que premia a Ulises regresándolo a la casa y a Penélope devolviéndole a su esposo.
A la llegada de Ulises cuenta una
de las versiones , Penélope estaba realizando un concurso de tiro al blanco,
habilidad en la que era experto Ulises, para decidir con quién casarse de
nuevo, Ulises disfrazado de mendigo compite en esta prueba derrotando a los
pretendientes y finalmente, con estas mismas flechas matándolos a todos y quedándose
con Penélope. Existen otras versiones, que cuentan que Penélope si había sido
seducida por un pretendiente y con la
llegada de Ulises es asesinada por este, pero dejémoslo de ese tamaño.
FIDELIDAD DE POR DIOS!!
Por respuesta general, y así lo
imagino, uno de los términos que se dan sobrentendidos al iniciar una relación
es la exclusividad sexual, algunos y algunas, un poco más hacia el extremo,
exigen poco a poco una exclusividad a la
pareja en casi todos los campos, la pareja debe ser el centro más importante en
el que giren las otras relaciones sociales, incluso las familiares, llegando a
sentir competencia por la mamá de la pareja, hijos o hijas de antiguas
relaciones, amistades y una lista larga de terceros.
Mucha gente considerara lo
anterior normal. Inclusive, como muestra
intachable de amor e interés, los celos le ponen picante al asunto, dicen en algunos
casos. Podrán hablar sobre otros acuerdos dentro de la pareja, quienes lo hacen,
pero poner en discusión o al menos preguntarse
¿En nuestra relación aplica lo de la fidelidad ó no vamos a tener exclusividad sexual? Es algo
de locos. Por supuesto, es una generalización, pero partamos de que sería
la reacción esperada.
Por otro lado, cuando de infidelidad hablamos, muchas historias
tienen que contarse. Existe una apreciación general de que las personas no son
fieles, sin tocar todavía el tema del género desde donde se produzca el engaño.
Los cachos, los y las amantes son temas de todos los días en el “amor”. Sólo pongámonos
a pensar si hemos escuchado dentro nuestros círculos cercanos o en nuestra propia experiencia, historias de
este tipo. Además, las novelas están repletas de estas, donde la
protagonista, las Penelopes, o en
algunos (pocos) casos el
protagonista, esperan durante toda la bella historia de amor el desenlace final
del cuento, al alejar a la competencia de su objeto amado. Una de las causas de
su sufrimiento es el engaño con terceras personas, así sea al final toda una
farsa y se casen.
Pues bien, es un poco irónico que
la gente acepte la segunda idea con algún tono de resignación (si la infidelidad
es algo común, pero qué le vamos a hacer), pero se rechace de antemano poner en
discusión si el valor de la fidelidad si es compatible con nuestra idealización
del amor.
EL SÍNDROME DE PENELOPE
Cuando de géneros se trata, tema
que es obligatorio al hablar de fidelidades, porque no es lo mismo hablar
de “perros” que de “perras”, la cosa se vuelve compleja. En nuestra educación, dirigida en mi caso personal hacia el rol
femenino, nos enseñan a ser Penélopes y Marias, no sabría exactamente como
fueron las puntadas del tejido, pero de que lo tenemos metido dentro de la
cabeza lo tenemos, algunas más profundamente que otras. Además de una asignación de funciones dirigidas hacia el cuidado, la
infidelidad de lejos es más cuestionable en una mujer que en un hombre.
En inicio, la visión normal de lo
femenino y lo masculino dentro de una relación, es que sea la relación Penélope y Ulises, donde es normal que el hombre busque otras
parejas sexuales por fuera de la relación, existiendo frases como “ no habiendo
más con mi mujer me acuesto”, o la idea de que los hombres piensan con los
genitales, aguantan menos las tentaciones y en últimas la culpa recae sobre la
mujer, o bien no le dio lo que necesitaba o la fulanita aquella que seduce lo
ajeno. Socialmente el hombre no es tan
censurado por este tipo de hechos, antes existen justificaciones o inclusive
adquieren más peso con una historia sexual variada.
Pero ahora pasemos a Penélope que
pudo ser asesinada en manos de Ulises por no aguantar los 20 años. Las mujeres
entonces pensamos sólo con el corazón,
somos más vulnerables al enamoramiento y cuando nos enamoramos de verdad solo
tenemos ojos para nuestro hombre (que en realidad es nuestro
poseedor).Igualmente podemos ser las más crueles y despiadadas si de destruir la
imagen de otra mujer se trata cuando se sale de esos cánones. El comportamiento agresivo
que llevan connotaciones como “perra”, “zorra”, “loba”, “puta”, “fácil”, pueden
ir dentro de una conversación con total normalidad, lo importante es
diferenciarse de esa otra y demostrar comportamientos dignos de una princesa,
hacerse “valer”, ya que la mujer “debe hacerse respetar”, ojala partiéramos de
que el respeto debe venir perse.
Lo más difícil de oír, que a veces quisiera
pensar que a nadie se le ocurren decir cosas así, es frases como : “ por
vestirse así es que las violan” ó “ como quiere que la tomen en serio vistiéndose
y comportándose de esa manera”. Este tipo de ideas vienen tanto de hombres como
de mujeres, pero siempre dirigidas hacia estas últimas.
ENTONCES HABLEMOS DE PROPIEDAD
La infidelidad entonces se puede
asumir de varias maneras, depende si te pillan o no te pillan, si tienes riesgo
de que te pillen, si la culpa no te deja y otros muchos factores. Pero se podría
considerar que quebrar aquel pacto no establecido
pero existente, siempre es un problema.
Y existirán múltiples opiniones y razones , pero algunas por las que se puede convertir
en un problema son:
1. Es
muestra de desamor. El amor es fiel o no es amor (por lo tanto ya no te ama).
2. La
inseguridad latente que despierta un engaño (sin embargo, muchas personas viven
en esta inseguridad exista o no exista engaño).
3. Es
irrespeto. (Ya que al utilizar tu cuerpo, tu espíritu, tus ganas o tus deseos
con otra persona, inmediatamente estas agrediendo de cierta manera a tu
pareja).
En últimas, tal vez la menos
aceptada, porque el cuerpo y la mente de la otra persona me pertenece y a la vez yo le
pertenezco ¿Vulnerar el pacto de fidelidad es agredir mi propiedad privada?
Las relaciones son (y deben ser)
tan variadas como los seres humanos, por lo tanto no todas podrán partir de los
mismos principios, y podremos preguntar entonces si la fidelidad o incluso los celos son tan normales y necesarios dentro de
cualquier pareja, dentro de nuestras relaciones. Y no se trata de un elogio a
la infidelidad, sino por decirlo de alguna manera de la
libertad de decidir, crear y criticar los moldes del amor que ya fueron creados por otras y otros, y que no se
ajustan siempre a nuestra variedad de contenidos.
Hola!, me gustó mucho tu artículo pero difiero de él en un aspecto importante: creo que no debemos mirar sólo un relato, el relato dominante sino que existe un sin fin de relatos en todas las culturas que se superponen y entran en tensión entre sí y la cultura griega no es una excepción. Al mismo tiempo que hay Penélopes, hay también afroditas que nunca fueron fieles a sus esposos (Hefesto) sino que se acostaba con Adonis, Ares y demás, también existía una prostitución sagrada (tanto masculina como femenina) que por el contrairo incentivaba una vida sexual activa (y sagrada) contrario a la castidad.
ResponderEliminarpor otro lado yo si siento que somos muy herederos de la cultura griega y se ve en todos lados, esta imagen de la mujer como seductora es más griega que católica, claro, con el catolicismo esta adquiere un valor negativo y es cuando aparece María, pero las Afroditas seguían persistiendo (y las Morrigans, Astartes, Freyas, Hécates que después fueron llamadas brujas) .
Claro, no estoy diciendo que lo que no existan Penélopes ni que este tipo de construcciones no pesen en nuestra cultura, pero si creo que existen muchas más reperesentaciones y que también tienen su fuerza, no tanta tal vez, pero pesan y crean otros imaginarios, la misma bruja es una figura ambigua que nos sobrevive que para mi es un intento de acabar otras formas de representaciones femeninas, pero que no se logra, hoy en día la imagen de la bruja continua siendo atractiva y seductora y muchas quieren ser brujas ;)
Gracias por el artículo, revisaré tu blog más a menudo:P