Allí sumergidos dentro del placer de lo impreciso,
Surcaste con tus dedos las aperturas de todos mis broches…
Mediste la fuerza de las telas con labios pretensiosos,
Calculaste con certeza los hilos que separan
del roce …
Y dijiste: Desnudate… sólo dijiste desnúdate
y fue suficiente para
que mi cuerpo ligero no soportara la rigidez de mi ropa
mi camisa, tan aferrada minutos antes a los contornos de mi
pecho,
se deslizo silenciosa al punto del no encuentro…
las puntas de mis senos, dilatadas, agitadas ... respiraron
expectantes…dispuestas.
Así con el ritmo propio que tienen los calores provocados,
arrancamos todas las piezas…
Entonces las piernas, entonces tus manos dentro de ellas…
sin murallas.
Mis ojos desnudos de toda vergüenza disfrutaron el espectáculo
del cuerpo…el movimiento de las carnes prohibidas al público, el barniz de los
colores revueltos, las líneas definidas y las profundidades.
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